Su barba de tres días se paseaba por mi vientre desde mi pelvis hasta mis pechos,
se negaba siempre a hacerme el desayuno, y en lugar de eso,

se acurrucaba entre mis piernas como un gatito 
hasta que se calentaba tanto que terminábamos por hacerlo, 

si quería castigarle, solo tenía que privarle del calor de mi sexo
para que rogara como un niño por salir a jugar antes de hacer las tareas.
Tan egoísta sin intención alguna, 

sus vibraciones de hombre y sus peticiones de niño, 
como no iba yo a amarle?

él era mio, pero yo era mas suya,
estar con él era como ser dueña de un ticket de avión infinito, pero mejor.

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