Boom!



Se tiraba dos lineas de coca cada noche,
9 gramos cada linea, lo suficiente para sangrarle la nariz
y llegarle a los escombros del cerebro,
dejarla tumbada y muerta sobre la alfombra hasta el amanecer.
Menuda, insignificante, de cabello corto y negro,
ojos grandes del color de un onix recién pulido, sin sentimientos,
su corazón parecía haberse podrido de haber recibido tanta heroína,
tan acostumbrada al dolor que ya no le sentía, desaliñada, llorosa.
Y él, él la amaba,
aunque nunca logró rescatarla de aquella oscuridad en la que se había sumergido.
Le llenaba la casa de flores, de miel, de cosas que podrían endulzarle la vida, le hacía el amor solo cuando ella quería, cuando necesitaba que fuera su esclavo, cuando quería someterle a su propia tortura de no amarlo.

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