
Al despedirnos éramos como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños
y se siguen mirando mientras los padres los tiran de la mano y los arrastran,
y es un dolor dulce y una esperanza, y se sabe que uno se llama Tony y la otra Lulú,
y basta para que el corazón sea como una frutilla…
—Rayuela; Julio Cortázar
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